BARTOLOMEO VANZETTI (1888-1927) Y
FERDINANDO NICOLA SACCO (1891-1927) (a la derecha)
"(...) Somos anarquistas;
creemos en la anarquía, que no es ni una secta ni un partido, sino una
filosofía que, como todas las otras filosofías, tiende al progreso y a la
felicidad humana. Nuestra aspiración suprema es la eliminación de toda forma de
violencia y la mayor libertad de cada uno y de todos, realizada con la
eliminación de toda forma de opresión y de explotación del hombre por el
hombre. Nuestro sentimiento y nuestro ideal de justicia están fundados en el
principio del respeto y de la dignidad humana, de la igualdad de los hombres en
los orígenes de la naturaleza y en la igualdad de sus derechos y de sus
deberes.
Nosotros nos llamamos
libertarios, lo que significa, en resumen, que creemos que la perfección humana
debe ser obtenida con el máximun de la libertad y no por efecto de coerción, y
que todo lo que hay de malo en la naturaleza humana y en la conducta de los
hombres, puede ser eliminado solamente con la eliminación de sus causas y no
con la coerción o alguna imposición que provocan mayores daños, agregando mal
al mal.
Nosotros no somos tan torpes como
para creer o sostener que las instituciones humanas pueden ser cambiadas en un
día. El cambio deberá ser gradual. Pero creemos que un cambio debe tener lugar
y que tiene que efectuarse en el sentido de mayor libertad y no de mayor
violencia. Es por eso que somos contrarios a toda teoría de comunismo o de
socialismo, autoritarios, porque tienden a volver a soldar más o menos
fuertemente las cadenas del espíritu humano, mientras nosotros somos adversarios
del sistema actual porque está basado en la violencia.
Por esta causa estamos
satisfechos de sufrir y de morir, pero no por el bajo y grosero crimen de
Braintree ...
... Por todas estas razones y
porque nosotros reconocemos que es necesario mucho tiempo y mucho trabajo para
tratar adecuadamente las cuestiones que hemos sometido a vuestra atención,
respetuosamente le pedimos que, si pone en duda la veracidad de nuestras
declaraciones, proceda a una encuesta preliminar y pública sobre nuestro caso,
confiándola a hombres hábiles y desinteresados. Que sea pública es necesario,
porque no podrá ser efectivamente convincente si no pueden conocer todos lo que
se diga en contra de nosotros. Pero crea que nosotros al hablar así, no
queremos de usted piedad u otra cosa que no sea justicia o que queremos salvar
nuestra vida renunciando a nuestros principios o a nuestra dignidad de hombres.
A los hombres condenados a morir
se puede perdonar la franqueza de su lenguaje. Nosotros no le pedimos nada que
pueda parecer despreciable o increíble, pero le recordamos que en última
instancia las víctimas de la injusticia sufren mucho menos que los gobiernos
que han infligido la condena injusta. Nosotros no podemos morir más que una
sola vez, y el dolor de la muerte será de un instante. Pero la injusticia
cometida contra nosotros no será olvidada. Y ella, en el largo curso de los
años, atormentará la conciencia de aquellos que, por su intolerancia, han
querido nuestra muerte, y sus mismas generaciones del porvenir sentirán el peso
de nuestro fin injusto. El error de la justicia es una tragedia. Pero la
injusticia cometida con el propósito deliberado es una infamia.
Gobernador Fuller, nosotros hemos
estado en la cárcel siete años, acusados de un delito que no hemos cometido, y
esperando la muerte que se aproximó cada día más. Tal vez usted se imagina lo
que esa espera ha sido para nosotros. ¿Y sabe lo que ha significado para la
mujer y los hijos de Sacco, o para el padre, y la familia de Vanzetti en la
lejana Italia? No es el pensamiento de nuestra muerte que se aproxima la que
nos ha causado y nos causa el mayor dolor, sino los sufrimientos de aquellos que
están cerca de nosotros y a quienes queremos, sus sufrimientos de los siete
años pasados y los sufrimientos mayores de los años que vienen.
Y bien, nosotros no le pedimos
piedad, sino justicia. Nosotros no queremos conmoverle con nuestros
sufrimientos y los de nuestras familias. Usted no puede justamente decidir su
actitud oficial basándose en nuestros sufrimientos y en los de nuestras
familias. Pero ellos pueden representar para usted una razón a fin de prestar
la mayor atención y conceder una imparcial consideración a los dos motivos de
nuestra petición: que somos inocentes y que nuestro proceso no ha sido
conducido equitativamente".
Al cumplirse los 70 años de la
ejecución de Sacco y Vanzetti, en la Argentina, el diario Clarín publicaba la
siguiente nota:
"UN CASO QUE CONMOVIO AL
MUNDO UNO DE LOS PROCESOS MAS INJUSTOS DEL SIGLO
Eran militantes anarquistas
Los acusaron de un asesinato que
no habían cometido
En realidad los condenaron por
sus ideas y por ser inmigrantes
El juicio provocó una ola de protestas
en todo el mundo
Hace 70 años, en la cárcel
norteamericana de Charlestown, Massachusetts, eran ejecutados en la silla
eléctrica Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti, acusados de un asesinato que no
habían cometido. Siete años de cárcel, un proceso plagado de groseras
violaciones a la ley y la sospecha, confirmada con los años, de que Sacco y
Vanzetti habían sido condenados por ser anarquistas e inmigrantes y no porque
existieran pruebas en su contra, convirtieron al caso en un modelo de injusticia.
Como millones de italianos, Sacco y Vanzetti habían emigrado a Estados Unidos
movidos por el sueño de la América próspera. Se conocieron en los alrededores
de Boston. Sacco era zapatero y Vanzetti vendía pescado. Ambos formaban parte
de un grupo de anarquistas que participaban en las luchas sindicales contra las
condiciones de semiesclavitud que imperaban en aquel momento en el régimen
laboral norteamericano. El 5 de mayo de 1920 fueron arrestados en una de las
redadas policiales contra los anarquistas. Y aunque al comienzo fueron acusados
de distribuir panfletos subversivos y de poseer una pistola, poco después las
autoridades los vincularon a un doble crimen que se había cometido, 20 días
antes, en South Baintree. De nada sirvieron las numerosas pruebas que los
desvinculaban del asesinato de Frederick Parmentier, cajero de una fábrica de
calzado, y del guardián Alessandro Berardelli, cometido por dos ladrones que se
habían alzado además con 15.677 dólares y que después huyeron. El proceso
comenzó el 31 de mayo de 1921 y estuvo viciado desde el comienzo. Los jueces no
escucharon a un testigo que declaró a la policía que Sacco y Vanzetti no eran
los hombres que había visto disparar durante el robo. Ni tomaron en cuenta que
el cónsul italiano declaró que, a la hora del crimen, Sacco se encontraba en su
despacho. Ni siquiera que la bala homicida era de un calibre diferente de la
del arma secuestrada a los anarquistas. Peor aún, Sacco y Vanzetti fueron
condenados incluso después de que Celestino Madeiros, compañero de prisión,
confesó haber sido él uno de los asesinos de los empleados de la fábrica de
calzado Slater and Mornil de South Baintree. Tampoco sirvió de nada la ola de
indignación que la injusticia del proceso provocó en la opinión pública
norteamericana y mundial. La evidente persecución ideológica y xenófoba de las
autoridades de EE.UU. quedaba en evidencia en declaraciones como las del
presidente del tribunal, Webster Thayer, que dijo en una de las audiencias: Los
imputados en el asesinato son culpables de socialismo. Un gran movimiento de
solidaridad recorrió el mundo y en casi todos los países se formaron comisiones
para intentar ayudar a los dos anarquistas. A pesar de las prohibiciones,
manifestaciones obreras y protestas multitudinarias se sucedieron en Londres,
Nueva Delhi, París, Roma y Buenos Aires, entre otras capitales del mundo. Por
ellos se produjo la primera huelga internacional (que se cumplió en casi todos
los países del mundo) y pidieron clemencia Einstein, Marie Curie, Bernard Shaw,
Orson Welles y Miguel de Unamuno además de otros intelectuales, científicos,
actores y organizaciones defensoras de los derechos civiles. La ejecución de
Sacco se llevó a cabo a las 0.19 del 23 de agosto de 1927 en la silla eléctrica
y siete minutos después una potente corriente eléctrica acabó con la vida de
Vanzetti. Si no hubiera existido este acto de injusticia probablemente
hubiéramos muerto en el anonimato y nuestras palabras, ideas y sufrimientos no
significarían nada. Desde hoy nuestra muerte es lo único que cuenta. Nuestra
condena se ha convertido en nuestro triunfo, dicen que dijo Vanzetti cuando
supo que el juez Thayer dictó la pena de muerte. Una inmensa procesión acompañó
los dos ataúdes. Después de la ejecución, la Corte Suprema -a través de la Hays
Commission, el órgano de autocensura de los productores cinematográficos-
ordenó la destrucción de todo el material filmado sobre la historia de los dos
italianos. El proceso y su injusticia fue visto más que como una punición
contra Sacco y Vanzetti como un escarmiento para la creciente fuerza del
proletariado norteamericano compuesto por aquellos años de una inmensa mayoría
de inmigrantes. Cincuenta años después de aquel 23 de agosto, Mitchell S.
Dukakis, entonces gobernador de Massachusetts, rehabilitó la memoria de los dos
italianos. Dukakis reconoció formalmente que Sacco y Vanzetti eran inocentes y
que fueron condenados más por sus convicciones políticas y por su condición de
inmigrantes que por cualquier prueba fehaciente contra ellos. Ayer fueron recordados
en sus pueblos natales: la ciudad piamontesa de Villafalletto donde nació
Vanzetti y el pueblo de Torremaggiore, en Foggia, desde donde Sacco viajó a los
EE. UU".
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