A MANERA DE PRÓLOGO




Para mucha gente, Sacco y Vanzetti son sólo un error, un incidente en la historia de la justicia norteamericana; en realidad son mucho más que eso, representan la victoria de los que tienen el derecho sobre los que no lo tienen, de los que deciden por los demás y a costa de los demás, en fin, la victoria de la reacción sobre el progreso social.

Yo sé que el fallo va a ser entre dos clases: la clase oprimida y la clase rica, afirmaba Sacco ante el tribunal. Este mismo razonamiento fue hecho por Augusto Spies en el otro célebre proceso llevado en contra de los ahora conocidos como mártires de Chicago, cuando dijo; Al dirigirme a este tribunal lo hago como representante de una clase enfrente de la otra clase enemiga ...

¿Quién puede poner en duda que ambos procesos fueron tan sólo el escenario de la contienda enre dos clases irreconciliables entre sí?

Las peticiones humanitarias realizadas en todos los rincones del globo terráqueo fueron desoidas en uno y otro caso. ¡Pero no podía ser de otra forma! Los sentimientos, los altruismos no son ni alertados, ni escuchados; cuando dos clases sociales están frente a frente la lucha es a muerte. ¡Es la guerra social! ¿Cuando se han evitado las guerras con altruismo? De la guerra surge el vencedor y el vencido, ¡no pidamos más!

Sacco y Vanzetti, al igual que Spies, Ficher, Engel, Parsons y Lingg, son las víctimas de esa guerra, representan el eventual y momentáneo triunfo de la burguesía sobre el proletariado.

¡Eventual, sí, porque la guerra continua y continuará mientras exista una sociedad dividida en clases! Se perderán más batallas, se ganarán otras en cada minuto, en cada segundo, en cada hora de la vida social, ahora en silencio, mañana su estruendo arrastrará tras de sí al ser social para volver después a la aparente calma. Y sólo terminará esta guerra con la abolición de la sociedad clasista.

Sí, Dante, ellos pueden crucificarnos hoy, pero no pueden destruir con nuestros cuerpos, nuestra idea que queda para los pobres del porvenir.

Más de cincuenta años han pasado desde el asesinato legal de estos dos anarquistas (Tómese en cuenta que la primera edición en papel que realizamos de esta obra, lo fue en el año de 1980 en nuestra editorial, Ediciones Antorcha. Nota de Chantal López y Omar Cortés) y en este lapso de tiempo, muchos más anarquistas han muerto en combate o asesinados, o están encarcelados en las prisiones del capitalismo ya sea privado o estatal. La lucha continúa cada vez con más dificultad, pues las armas de los que detentan el poder, o más bien los distintos poderes existentes, son más y más sofisticadas y sutíles. Los Estados están envenenando a la humanidad en todos los niveles y claro está, su veneno es cada vez más fatal. Ya en el siglo pasado (De nuevo téngase en cuenta que la primera edición en papel de esta obra, la realizamos en 1980, esto es, durante el siglo XX. Nota de Chantal López y Omar Cortés), Bakunin advirtió el peligro al que nos tendríamos que enfrentar si dejásemos desarrollar el poder del Estado, de cualquier Estado. Ahí está, hasta vive en nosotros. Nos vienen a la mente unas preguntas: ¿Seremos lo suficientemente fuertes e inteligentes como para oponernos a él y poder al fin decidir sobre nuestra vida y nuestra muerte? ¿Estamos a tiempo todavía para lograrlo o es demasiado tarde? De todos modos, sean cuales sean las respuestas no nos queda otro camino que luchar en todos los niveles posibles contra Tanatos.

Los mártires de Chicago, Joe Hill, Nicolás Sacco, Bartolome Vanzetti, Tom Mooney, Ricardo Flores Magón, Buenaventura Durruti, para sólo recordar a algunos, no han caido en vano: la brecha está abierta, nos queda ensancharla y alargarla.

Para esto, necesitamos tener bien presente que, como escribió Vanzetti: El enemigo nos quiere muertos y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tirania, para humillaros, para acobardaos, para venceros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud (...) Y este mismo enemigo, clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la Tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad. Hay que aplatarle la cabeza.

No interrumpamos pues esa lucha, construyamos el camino hacia la sociedad sin clases, hasta la construcción del comunismo-anarquista. Hay mucho que recorrer, pero al fin y al cabo, ¿quien dijo que iba a ser sencillo?

La última palabra no está dicha: los que creemos todavía en el individuo, en el respeto a la vida, en la fraternidad entre los pueblos -no a través de los gobiernos y Estados- podemos actuar.


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